Entre el repliegue y la estrategia

Mientras se repone del shock por el ataque sufrido frente a la puerta de su domicilio, Cristina Kirchner no descuida el frente judicial y ojea el escenario para el 2023.

07 de septiembre de 2022 Sección País Sección País
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Tras salvarse del intento de asesinato perpetrado por Fernando Sabag Montiel frente a la puerta de su domicilio, Cristina Kirchner se encuentra reponiéndose del shock, con el acompañamiento de sus hijos Máximo y Florencia, pero sin descuidar el frente judicial, que la tiene acusada en la causa "Vialidad" y ahora también como querellante por el episodio que le tocó sufrir el jueves pasado.

Luego de que Sabag Montiel gatillara dos veces su pistola Bersa a centímetros de su rostro, la vicepresidenta recién cayó en la cuenta de que había estado al filo de la muerte cuando subió a su departamento ubicado en la esquina de Juncal y Uruguay, en el barrio porteño de Recoleta, y vio las escalofriantes imágenes en televisión. Entonces, su teléfono celular explotaba de mensajes.

Lo primero que atinó fue a llamar a sus hijos, para buscar contención y elaborar con ellos una primera explicación de lo sucedido. Después fueron llegando hasta su piso dirigentes y funcionarios de su círculo íntimo.

En ese contexto se decidió que Florencia se quedara junto a su hija Helena en su casa de Monserrat, para no exponerla, en tanto que Máximo fue de los primeros en llegar. También se hicieron presentes el ministro del Interior, Eduardo "Wado" De Pedro, y el ministro de Desarrollo de la Comunidad bonaerense, Andrés "el Cuervo" Larroque, con quienes el hijo de la vicepresidenta conforma el triunvirato de conducción de La Cámpora.

Se sumó a los acompañantes el secretario de comunicación, Hernán Reibel, y abajo ya estaba la intendenta de Quilmes, Mayra Mendoza, otra integrante de la mesa chica camporista. Fue ella quien junto a Larroque se acercó a la militancia para pedirle que empezara a desconcentrar, aunque muchos se quedaron para empalmar al día siguiente con la masiva marcha a Plaza de Mayo. Cerca de la medianoche llegó el gobernador Axel Kicillof.

Esa fue la última noche que Cristina Kirchner pasó en Recoleta. El viernes, luego de dar su testimonio a la jueza María Eugenia Capuchetti y el fiscal Carlos Rívolo, quienes fueron a tomarle declaración a su departamento, se retiró junto a su custodia en un auto blindado que pertenece a la flota presidencial. Desde entonces, se desconoce su paradero, y en su entorno se encargan de mantener esa información en estricta reserva.

"Ella ya era víctima de persecución política y judicial, y torpedeo mediático permanente, pero el hecho de que la sentaran en el banquillo de los acusados por esta causa (la de supuesto redireccionamiento de la obra pública en Santa Cruz) envalentonó aún más a los fanáticos que la quieren eliminar y con ella aniquilarnos a todos nosotros como fuerza política", explicó a un ldiputado de La Cámpora a la agencia NA.

"Yo creo que ahora la compañera debe estar obviamente recuperándose del impacto emocional de haber prácticamente renacido, pero es una mujer con una fortaleza y una entereza a prueba de balas que no tiene nadie, pero nadie eh", enfatizó, y continuó: "Seguro que está siguiendo de cerca la investigación, hablando con sus abogados para ver qué estrategia seguir. Y no te olvides que la causa con la que la están persiguiendo sigue y ella tiene que preparar la defensa, por más que la sentencia parezca ya escrita".

Que "la condena ya está escrita" y el resultado será adverso es una premisa en la que la vicepresidenta está convencida, y por eso cree que será decisivo dar la batalla en la opinión pública.

En ese sentido, ella venía hiperactiva, con reuniones e intervenciones constantes, preocupada por el avance del juicio pero al mismo tiempo entusiasmada por el despertar del león dormido, la militancia kirchnerista y los seguidores independientes que ganaron las calles desde la mañana misma en que el fiscal Diego Luciani leyó la acusación en su contra.  

Con la totalidad del peronismo y del Frente de Todos declarado "en estado de movilización y alerta" por el "lawfare" contra su principal líder, Cristina Kirchner recuperó centralidad y se subió a la cresta de esa ola. Comenzó a mostrar en redes los apoyos de los distintos sectores sociales y políticos. Luego de "la batalla de la Recoleta", que incluyó accionar represivo de la Policía de la Ciudad contra manifestantes que habían ido llevarle su adhesión, subió al ring a Horacio Rodríguez Larreta, a quien hizo responsable no sólo del operativo de seguridad sino de provocaciones como haber puesto un vallado para impedir la movilización a su favor. Mientras la presidenta del PRO, Patricia Bullrich, corría por derecha al alcalde porteño por no ejercer más autoridad para barrer el campamento kirchnerista de Juncal y Uruguay, la vicepresidenta reunía a la totalidad de los senadores y diputados nacionales, a quienes se dirigió con un discurso incendiario plagado de definiciones políticas.

Si bien la situación judicial es el tema que la desvela, no se desentendió de la gestión y exhibió, por ejemplo, una reunión en el Senado con directivos de YPF y de una empresa de petróleo malaya para anunciar una alianza estratégica desde el punto de vista energético. También habló con el ministro de Economía, Sergio Massa, sobre las últimas medidas económicas para lograr que el campo liquide sus cosechas.

Para el sábado estaba programado el Congreso del Partido Justicialista bonaerense en Merlo, que iba a tenerla a ella como única oradora. Por obvias razones, el evento fue suspendido, pero la inmensa movilización del día anterior había sido una muestra contundente del poder que aún mantiene en un sector de la sociedad que la considera su líder excluyente. 

La estrategia del kirchnerismo era justamente, al menos hasta la noche del jueves, exhibir poder popular en las calles, con movilizaciones silvestres y no planificadas, para marcar la cancha a la oposición y al Poder Judicial.

Mientras sopesa el momento justo para abandonar el silencio y volver al ruedo político, Cristina Kirchner ojea el escenario para 2023. Toma como elemento esperanzador el hecho de que el peronismo, que tiempo atrás se desangraba en internas, se haya unido y ordenado en torno a su figura. Por eso la idea de refugiarse en la provincia ya no es la única alternativa que está en su cabeza.

Sin embargo, aún no ve claro el panorama porque las proyecciones económicas no son ni de cerca alentadoras, más allá del apoyo que le brindó a Massa para que ejecute el ajuste que el kirchnerismo no puede realizar por resguardo de su legado histórico. En ese sentido, escapa cada vez que la apuran con una definición sobre una candidatura presidencial. Fiel a su tradición, no develará sus cartas hasta el filo de la fecha límite legal.

Pero lo cierto es que si ella no está convencida de sus posibilidades de éxito, no dará ese paso que le reclama su militancia. Siempre va a tener a mano la candidatura a senadora por la provincia de Buenos Aires, que le asegura los fueros. Su pesadilla es terminar sus días como el expresidente Carlos Menem, atornillado a una banca para no purgar la condena tras las rejas. Ella se considera inocente, y quiere que la juzgue la historia.

Con información de NA.

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