
Un triunfo oficialista que nadie midió, la Boleta Única que desarmó vicios del Conurbano, el boomerang del desdoblamiento, la pulverización de la “tercera vía”, el reordanamiento de la interna libertaria y un lunes económico que exige más que épica.

No ganó. Arrasó. El domingo 19 de noviembre, pasadas las 20:30 horas, Javier Milei, se convirtió en el cuarto presidente más votado de la historia argentina detrás de Juan Domingo Perón e Hipólito Yrigoyen. El libertario será el próximo presidente de la Argentina por los próximos cuatro años. En el oficialismo nadie esperaba una derrota de tal magnitud. Nadie esperaba perder. "Estamos cuatro abajo pero (risas) el domingo a estos virgos los dormimos" confesaba una fuente de extrema confianza y llegada con el Frente Renovador.
Pero los libertarios se avivaron y consiguieron la epopeya de fiscalizar en todas las escuelas del país gracias a la valentía de decenas de héroes anónimos y la estructura de Juntos por el Cambio -no solo el PRO sino amplios sectores del radicalismo del interior del país-. Milei capturó el 100% de los votos de Patricia Bullrich y algunos puntos más de Juan Schiaretti en Córdoba. Solo el radicalismo capitalino y progresista no le permitió una holgada victoria en Ciudad de Buenos Aires en donde perdió en las comunas sur y más pobres.
El peronismo solo ganó en dos feudos, Santiago del Estero y Formosa, y en una docena de intendencias peronistas y sobrepobladas del conurbano bonaerense. La marea violeta se extendió por todo el territorio argentino. Como diría León Gieco... bueno, dejemoslo al otro león en paz.
¿Y si le va bien? Alberto Fernández se lo respondió tras una larga estadía en el olvido. Le deseó lo mejor a pesar de las maldiciones de C5N y los canales serviciales al cristinismo. Las caras lo decían todo. Durante el pasado domingo, los periodistas militantes abandonaron X por 4 horas. Estaban aterrados. Nadie se alegra de la desgracia ajena. No deberíamos ser igual que los que hicieron del odio una religión y que, ahora, en las malas, se victimizan e inventan persecuciones.
Milei llega al poder casi sin poder pero con más de 14 millones de votos. "No es dócil ni un gil" dice un periodista que lo trata desde hace años. "Tampoco te pienses que está loco y que es un dogmático" asegura antes de que el presidente electo se vuelva a comparar con el Narigón Bilardo, el rey del pragmatismo.
Tendrá una oportunidad histórica. Tiene el bagaje social y cultural de lo que dejó el "Si se puede" del 2019 y los anteriores años de idas y vueltas, gradualismos y shock, de Mauricio Macri. Sin ese periodo histórico de Cambiemos, Milei no hubiese sido lo que es. Sin el fracaso final del kircherismo, tampoco.
La pregunta es si le puede ir bien. La respuesta es una incógnita. Está preparado para el cargo a pesar de lo que muchos creían. Tiene equipos, respaldo internacional, un círculo rojo que necesita que la Argentina se ponga de pie y una confianza ciudadana que pocos tuvieron al llegar. La motosierra quedó al costado del camino. El rock and roll bajó su volumen pero sigue sonando. El PRO se prepara para acompañarlo en las segundas guitarras con secretarias y cargos menores que Milei no cuenta con equipos técnicos para ocupar más de 1000 cargos públicos. El radicalismo empieza a despegarse de Gerardo Morales y su apuesta perdedora. Larreta cree que tiene chances en cuatro años. Parece una eternidad. El peronismo va camino a la resistencia. Otra vez...
¿Milei será Macri quedándose a mitad de camino o terminará teniendo su década ganada como Kirchner y Menem?
La historia demuestra que está llena de imponderables y cisnes negros. También de fortunas, golpes de suerte y paradigmas del destino.

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