Los retos de Lula, su plan de gobierno y su impacto en la Argentina

La Argentina se ilusiona con la posibilidad de que el liderazgo del exsindicalista encienda la economía de su principal socio y empuje a Latinoamérica a relaciones más beneficiosas.

26 de enero de 2023 Sección País Sección País
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Volvió Lula. El 1° de enero, Luiz Inácio Lula Da Silva asumió su tercer mandato presidencial en Brasil, a los 77 años de edad y luego de doce de haber dejado el Palacio de Planalto en manos de su sucesora y socia política, Dilma Rousseff.

Muchas cosas pasaron desde entonces: el “Lava Jato”; la cárcel; el impeachment (o golpe de Estado) contra Dilma; el surgimiento de una nueva expresión de la extrema derecha; la llegada al poder de Jair Bolsonaro; y luego el sobreseimiento, la excarcelación, la reconstrucción política y personal y, finalmente, el triunfo en una reñida segunda vuelta, el 30 de octubre pasado.

En el mundo también pasaron cosas. Por ejemplo, una pandemia que dejó casi 7 millones de muertos en menos de tres años; y una guerra en Europa que amenaza con globalizarse y que está llevando al planeta a una casi inevitable recesión en 2023, con varios países sin luz o sin gas durante el próximo invierno y con la amenaza de bombas nucleares sobre sus cabezas.

Y en Argentina, ni hablar. Cuando el líder del PT dejó su segunda presidencia consecutiva, el 1° de enero de 2011, Cristina Kirchner terminaba su primer mandato en medio de una crisis con el campo que dio nacimiento a la llamada “grieta”. Y aunque terminó ganando su reelección con un 54%, ese segundo ciclo derivó en la experiencia macrista y el posterior experimento del Frente de Todos, con Cristina como vicepresidenta de Alberto Fernández.

Según la consultora EcoGo, de octubre de 2011 a octubre de 2021 la inflación acumulada en el país fue del 1.996% (y 2.194,4% si se toma como referencia la inflación en San Luis), y desde noviembre de 2021 al mismo mes de 2022, el alza fue del 92,4%. En tanto, la deuda externa bruta total pasó de representar el 38,9% del PIB en 2011 al 79,1% en el segundo trimestre de 2022, tras haber sido del 103,9% en 2020. Además, quisieron asesinar a Cristina y Argentina salió campeón del mundo en Qatar, por sólo nombrar algunos hechos relevantes y recientes.

Lula, el político y el símbolo, el espejo en el que se miran todos los dirigentes en la región y otros tantos en el mundo, volvió prometiendo a los brasileños “recuperar la alegría”. Y Argentina sonríe y también se ilusiona con la posibilidad de que el liderazgo del exsindicalista encienda la economía de su principal socio (el intercambio comercial en noviembre fue de US$ 2.442 millones) y empuje a Latinoamérica a relaciones más beneficiosas con un mundo que necesita alimentos y energía.

¿Podrá? ¿Será este “tercer Lula” el líder que se espera que sea, y que supo ser en sus dos mandatos anteriores? ¿Tendrá el respaldo político para cumplir sus promesas? ¿Seguirá teniendo la cintura que lo destacó en otros tiempos para salir gambeteando ante las presiones de la izquierda y la centro-derecha? ¿Su halo místico podría ser tan potente esta vez como para salvar al peronismo de una derrota en 2023? ¿Se sentiría cómodo en esta relación bilateral si ganara Juntos por el Cambio en cualquiera de sus versiones?

Jorge Castro, uno de los analistas de la política internacional más respetados del país, dialogó con Newsweek Argentina para abordar estas incógnitas y tratar de dilucidar cómo será este “tercer Lula”.

Margen de Maniobra 

Para Castro, la primera cuestión no es qué quiere hacer Lula, sino definir cuál es su margen de maniobra real. Los resultados de la segunda vuelta marcaron una diferencia mínima, un 51% a 49%, pero lo cierto es que el poder está en manos del “bolsonarismo”, que controla las calles, las leyes y el presupuesto, e incluso parte de las fuerzas armadas.

“La diferencia de votos entre él y Bolsonaro fue de 1,8 millones, frente a un universo electoral de 156 millones; es la diferencia más estrecha de la historia de Brasil desde la vuelta de la democracia, en 1985. Al mismo tiempo, el 49,1% que respaldó a Bolsonaro, representa a 57 millones de brasileños. En segundo lugar, hay que tomar en cuenta que el bolsonarismo, esta corriente de centro-derecha (que en realidad es una coalición de fuerzas que respaldó y todavía respalda al presidente saliente), es la principal fuerza política de Brasil, ya que controla las dos cámaras del Congreso. Y el poder político en Brasil está situado especialmente en el plano del Parlamento. Incluso más que en la institución presidencial. Eso significa que todo lo que tiene que ver con lo presupuestario, con el manejo de los recursos del Estado, depende exclusivamente de lo que decida hacer o no ese Congreso”, explica Castro.

Pero hay un tercer elemento: “El bolsonarismo ha triunfado en los tres principales estados del país, que son San Pablo, Minas Gerais y Río de Janeiro. En San Pablo, que es el principal estado de la Unión, y el lugar de donde surgieron el Partido de los Trabajadores (PT) y la propia figura política de Lula, además de representar más de 40% del PIB brasileño, la diferencia que obtuvo el candidato de Bolsonaro sobre el de Lula (Fernando Haddad, el nuevo ministro de Hacienda) fue de 12 puntos. Si se suma el PIB de los tres estadoS mencionados, se puede decir que más del 60% del PIB de Brasil está en manos del bolsonarismo”.

Este escenario, entiende Castro, obliga a Lula a sentarse a negociar con ese espacio de centro-derecha que solemos designar como “bolsonarismo”, pero que en realidad es una estructura que lo precede y enmarca. “Lula, desde el punto de vista interno, no tiene más alternativa que un acuerdo con el bolsonarismo, que domina ambas cámaras del Congreso. Pero hay que reiterar que el bolsonarismo es mucho más importante que Bolsonaro: la política en Brasil se ejerce a través de los estados en el Congreso; no tiene las características de hipercentralización en la Presidencia que tiene la Argentina. Y Bolsonaro es un emergente de un proceso histórico previo, todavía más importante que él”, asevera.

¿Y por qué la centro-derecha negociaría con Lula en vez de dejarlo sin oxígeno y forzar una renuncia, otro llamado a elecciones o incluso un golpe? Castro pone el foco en lo que llama el “Estado profundo”, que es el que permite explicar, por ejemplo, la relación estratégica de largo plazo con Argentina. Se refiere a una serie de acuerdos políticos de fondo, que marcan el rumbo general del país más allá del perfil de quien coyunturalmente se encuentre en el poder; y esto se expresan de manera muy clara en las relaciones internacionales, es decir, en la vinculación con el mundo. “Lo notable de lo que ha sucedido en Brasil en materia de política exterior es que hay un acuerdo prácticamente completo entre la política exterior de Bolsonaro y la de Lula. Por ejemplo, al mismo tiempo que se condenó la invasión rusa a Ucrania, se reclamó la finalización de los combates y el comienzo de las negociaciones para poner término, vía diplomática, a la guerra de Ucrania”, contó.

De lo que no hay duda es que Bolsonaro y Lula no son lo mismo ni simbolizan lo mismo. “Bolsonaro ha tenido una política esencialmente aislacionista. Y lo que Lula va a hacer es exactamente lo contrario”, sintetiza el analista, pero luego detalla: “Todo indica que va a tener una política internacional extremadamante activa. Por ejemplo, está previsto un viaje a los EE.UU. para entrevistarse con el presidente Joe Biden, incluso antes de la asunción. Asimismo, Mauro Vieira, que va a ser el próximo canciller de Brasil, confirmó que está previsto un viaje a la República Popular China para reunirse con Xi Jinping, además del que tiene pensado visitar la Argentina a fines de enero. En definitiva, va a haber un protagonismo internacional de Brasil a través de Lula, que le va a dar una presencia internacional relevante y, por lo tanto, esto va a tener un efecto en la Argentina”.

No nos une el amor

“Brasil representa el 72% del PIB regional. Así que allí donde va Brasil, también van la Argentina y el Mercosur”. En esto no hay grietas. Y un recuerdo reciente lo pone en evidencia: “Apenas triunfó Macri, antes de asumir la presidencia, lo primero que hizo fue viajar a Brasil para entrevistarse con Dilma Rousseff. Para la Argentina, la relación con Brasil no tiene un carácter ideológico, sino estratégico”.

Brasil, en efecto, es la duodécima economía del planeta, pero también nos necesita. “Argentina tiene una importancia particular para Brasil, dada la existencia del Mercosur, que permite el libre comercio entre ambos, pero también porque la Argentina es la única de la región que tiene una industria en condiciones de competir con la brasileña que, por el contrario, tiene un bajísimo nivel de productividad. Es incapaz de competir internacionalmente frente al mercado norteamericano o europeo, de modo que para exportar le quedan exclusivamente el mercado argentino y el Mercosur”. El dato no es menor y explica por qué la relación con Argentina es “política de Estado” de ese “Estado profundo”, que va más allá de los presidentes de turno. Y este “tercer Lula” no será la excepción.

De hecho, Castro señala que Brasil es la principal impulsora del ingreso de Argentina a los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, las llamadas “economías emergentes”). “¿Quién ha propuesto la incorporación de Argentina a los BRICS? Fue Brasil durante el Gobierno de Bolsonaro, por iniciativa de su ministro de Economía, Paulo Guedes. Lo que demuestra que no tiene nada que ver con el aspecto doctrinario o ideológico. Es algo estratégico. El país de Sudamérica más importante para Brasil, haya un gobierno de izquierda o de derecha, es la Argentina. Y viceversa”, insistió.

A ese poderoso lazo prácticamente de supervivencia en estos confines australes, es preciso añadir “el componente Lula”, el de su propia visión, el del plan que ya está en marcha. Un Lula lanzado al mundo, postulándose como el líder que guíe a la región hacia un mejor destino. Y ya ha dejado ver varias de sus cartas.

La primera y más fuertes es que quiere ponerse al frente de un Mercosur en desbande, con Uruguay amenazando con irse, con Argentina retrasando el acuerdo con la Unión Europea y con reuniones tensas en las que proliferan las chicanas.

“Lula ya ha resuelto proseguir las negociaciones para profundizar el acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea, que para los cuatro países (Brasil, Argentina, Uruguay y Paraguay) es un acontecimiento trascendental para su inserción internacional y para su condición de gran exportador de alimentos”, anticipa Castro, y vaticina que este impulso permitirá sortear todos los rechazos, incluyendo el de Francia. “Es el corazón del proteccionismo agrícola europeo y, por lo tanto, se opone al acuerdo en sí, porque tanto Argentina como Brasil son grandes potencias agroalimentarias. Lo que teme el proteccionismo encabezado por Francia y Emmanuel Macron es cualquier tipo de acuerdo con el Mercosur, y por eso buscan pretextos para impedir su concreción, o al menos postergar su puesta en marcha”, indica.

Otra carta adelantada es la posibilidad de crear una moneda común para el Mercosur. Durante su campaña, el líder del PT y sus equipos salieron a proponer una especie de divisa llamada “Sur”, que permitiera un intercambio comercial desdolarizado, en tiempos de alta volatilidad y alza de las tasas de interés. Su presentación causó algún revuelo, pero Castro lo minimiza y lo reduce a una cuestión meramente técnica: “Lo que Lula propuso no era realmente una moneda común que suplantara a las monedas nacionales, sino una moneda de intercambio bilateral, con un carácter esencialmente contable, que no es lo mismo. Brasil y Argentina son dos de los tres principales exportadores de agroalimentos, y todo ese intercambio se realiza en dólares estadounidenses”.

Hasta aquí, pareciera entenderse que los hombres no importan, que hay un supersistema que lo define todo. Pero sí importan. No hay dudas de que la relación de Macri con Bolsonaro no fue la misma que la que el brasileño tuvo con Alberto Fernández. Este último vínculo fue pésimo y dificultó las relaciones bilaterales, al punto que hubo que encontrar algo que los conectara. O alguien: “Fíjese que ante las dificultades la relación se mantuvo y profundizó a partir de esta Embajada realmente notable que ha desarrollado el exgobernador de la Provincia de Buenos Aires y excandidato a la Presidencia, Daniel Scioli”.

En cambio, Lula y Alberto Fernández parecen arrancar con el pie derecho. Apenas se terminaron de contar los votos, el presidente argentino voló a Brasil para ir a saludarlo con efusivos abrazos a quien horas antes había posado con una gorra de “CFK 2023”. Y durante la final del Mundial ambos cruzaron chistes y felicitaciones entre ellos y con Macron. Pero, por el momento, solo serán once meses y medio de buena onda garantizada.

Lula, el poder y las elecciones en Argentina

En efecto, 2023 es un año electoral en Argentina y todos los sondeos parecen indicar que Alberto dejará el Sillón de Rivadavia el 10 de diciembre. El propio peronismo se prepara para este desenlace. Pero por alguna razón el presidente argentino parece creer que el triunfo de Lula podría contagiarle algo de ese “jeitinho” tan típico de los brasileños, “ese encanto natural, ese carisma nordestino”, con el que Castro describe a Lula, y trata de vincular su imagen a la de él”.

La realidad es que la historia liga más a Lula con Cristina que con Alberto: Néstor, la “persecución judicial”, las guerras con la prensa, las denuncias de lawfare, las condenas, los regresos triunfales.

Lula puede ayudar. Indirectamente, desde luego. “Porque allí donde va Brasil, va América del Sur. No es que nos pueda ‘ayudar’, sino que el conjunto de la región va a tener mayor protagonismo. Esto no es un problema económico, esto es político”, entiende Castro. Mayor posicionamiento es mejores acuerdos; mejores acuerdos generan más recursos; más recursos pueden comprar gobernabilidad. Y Lula va por todo: quiere ser el artífice de la paz entre Ucrania y Rusia a través de una salida negociada. Sería difícil pensar en un mejor posicionamiento que lograr la paz en una guerra que tiene en vilo al planeta, y tal vez ganar un Nobel por ello.

 El equilibrio interno

Aunque no sea políticamente correcto afirmarlo, la verdad es que si este “tercer Lula” no satisface al electorado que lo puso en el Planalto nuevamente, nada de lo que diga o haga en el exterior tendrá peso.

Como indicaba Castro, la calle es de Bolsonaro y para ganársela debe “gobernar para todos”, empezando por el bolsillo de la gente. Durante los últimos cuatro años, la pobreza en Brasil llegó a cifras alarmantes: 33 millones de personas sufren hambre, lo que equivale al 16% de su población, según la Red Brasileña de Pesquisa en Soberanía y Seguridad Alimentaria y Nutricional (Red Penssan).

“Hay un total acuerdo sobre el mantenimiento y el financiamiento de los planes de ayuda social, el denominado Auxílio Brasil de Bolsonaro, que emula al Bolsa Familia de Lula en su dos primeros mandatos presidenciales. Hay acuerdo para sostenerlos en sus términos exactos durante los próximos cuatro años”, cuenta Castro. Con respecto a la inflación, de acuerdo al Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE), entre noviembre de 2021 y de 2022 fue del 5,9%.

En esa línea, Lula designó como ministro de Hacienda a Fernando Haddad, criticado por los mercados por considerarlo un “ministro gastador”, al punto que el Presidente tuvo que salir a defenderlo pidiendo que “vayan a ver lo que hizo en San Pablo”, ciudad de la que fue alcalde. Haddad, vale recordar, es el delfín de Lula y fue su candidato a la presidencia en 2018, cuando perdió contra Bolsonaro.

Para Castro, la designación de Haddad no debe ser entendida como un desafío al establishment, sino como la elección de alguien capaz de seguir al pie de la letra las políticas presidenciales. “Lula designó a Haddad como ministro de Hacienda, pero también ha buscado una figura de acuerdo con las fuerzas armadas y estableció un equipo de transición, que estuvo en manos de las corrientes más moderadas, que tienden a buscar acuerdos dentro de las filas del PT. Haddad es un hombre que responde 100% a Lula, de modo que toda la política de acuerdo que Lula lleva adelante con la centro-derecha, va a tener que ser cumplida en los mismos términos por su ministro”, analizó. Pero Lula tendrá un Gabinete de 37 ministros.

“La política se analiza por hechos y resultados, no por especulaciones”, enfatiza el analista argentino, quien parece vaticinar buenos tiempos para Brasil, confiando en los antecedentes de Lula y también en su capacidad de liderar a Brasil, a la región y al mundo en medio de un contexto adverso. Pero también advierte que habrá que esperar a que las cartas se pongan en juego y podamos ver de manera concreta cómo será este “tercer Lula”.

 

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