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Alberto Fernández no charló con Cristina Kirchner ni con Sergio Massa sobre las designaciones de las nuevas ministras, que recién el jueves tomarán las postas dejadas por Elizabeth Gómez Alcorta, Claudio Moroni y Juan Zabaleta. Pero tampoco ellos buscaron contactarse con el presidente para dar sus opiniones y recomendaciones, evidenciando así la intrascendencia de sus actos.
En la cabeza de los socios mayoritarios del Frente de Todos rondan otras preocupaciones. Distanciada de Fernández desde hace tiempo, la vicepresidenta se encuentra concentrada en sus causas judiciales y conservar a su base electoral de cara al año próximo. Massa, en tanto, busca la hazaña de estabilizar la macroeconomía sin que la inflación se lo devore junto a los ingresos de los argentinos.
Así las cosas, Fernández optó durante el fin de semana XL por jugar al misterio desde la soledad de Olivos –recién ayer se reunió con su mesa ínfima– y filtrar su decisión de "poner a los que vienen", en busca de una centralidad que perdió hace rato a fuerza de escándalos y errores no forzados que fueron desdibujando la imagen de "SuperAlberto", que alguna vez fue tapa de la revista Noticias. Pero no le salió.
La estrategia adoptada por el jefe de Estado apenas tocó la fibra de algunos dirigentes sindicales que siguen bajo el hechizo de los violines del Titanic. "No te llaman ni para poner al portero", se quejó uno, luego de que se anunciara a la exmenemista Raquel "Kelly" Olmos como reemplazante de Claudio Moroni en el Ministerio de Trabajo. El resto siguió con lo suyo.
La rama del sindicalismo alineado a CFK siente una profunda indiferencia por lo que haga Fernández. Y ni siquiera se preocupa en disimularlo. Un ejemplo fueron las recientes declaraciones del canillita Omar Plaini, quien al ser consultado sobre el rol que ocupará Alberto en el Día de la Lealtad fue categórico: "Teníamos entendido que el Presidente, en principio, iba a Tucumán. No sé en qué quedó eso, no es tarea nuestra", dijo.
Otro síntoma del momento que vive Fernández fue el corrimiento de Vilma Ibarra. La mujer que le cuida la firma no fue a la residencia presidencial ayer, y durante el fin de semana apenas hizo dos tuits. Uno para desmentir una posible degradación del Ministerio de Mujeres; otro, para celebrar la llegada de "tres mujeres luchadoras" al Gabinete. Dicen que sufre hastío y dolor, pero que juró acompañar a su expareja hasta el final.
Todavía no está claro si habrá algún pase de facturas por esta maniobra de Alberto, que ni siquiera los propios entienden y buscan llenar de épica destacando que "se avanzó en equilibrar en materia de género". Pero lo cierto es que sus nuevas ministras –sobre todo Olmos y Victoria Tolosa Paz– no la tendrán fácil, pues su único apoyo ante la creciente conflictividad social será una mano que lo único que puede pedir es la cuenta.
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