Esta semana se viralizaron lamentables declaraciones del candidato a legislador porteño de Juntos por el Cambio, Franco Rinaldi, quien en un tono pseudo jocoso habló de la cola caliente de un periodista. Rinaldi venía de ser discriminado por un candidato de Javier Milei que había asegurado que un discapacitado no podía ser candidato. A Rinaldi le tiraron con el archivo pero lo que dijo, nadie lo inventó. Había sido dicho.
Rinaldi quiso disculparse, pero el colectivo de las minorías pasó de largo. Desde la UCR, uno de los partidos políticos que forma parte de JxC pidieron que sea apartado de las listas. Nadie se refirió a la posibilidad de cortar boleta. Es simple. Efectivo. Sencillo. Mucho más en la Ciudad de Buenos Aires, donde no se votará con la vieja y tradicional boleta de papel. Al menos para las categorías de Jefe de Gobierno porteño y legisladores.
¿Rinaldi es el problema de la política argentina? ¿Qué hacemos entonces con expresiones como las de Ofelia Fernández?
Ofelia llegó a la política tomando escuelas, ocultando una violación en un colegio para no arruinar las "nobles banderas", impulsando fake news sobre comida vencida en colegios de la Ciudad con fotografías tomadas de sanguches de Moreno y Ensenada y diciendo barbaridades contra una persona que cometió el delito de hacer periodismo de investigación como Jorge Lanata y reírse de su obesidad.
La reivindicaron como a Victoria Donda, una funcionaria que explotó a su empleada doméstica, Arminda Branda Oxa, a la que quiso arreglar con un carguito en el INADI.
Qué dificil es ser opositor al kirchnerismo en la Argentina. Qué difícil es ser opositor. La vara es doblemente alta. A los opositores se les exige que sean honestos, transparentes, hablen bien, resuelvan problemas de décadas, que no acomoden a un familiar en el Estado... En fin, que sean suizos. Y encima, si aparece un vivo que hace negociados con el Estado arrasa en las urnas.
En las listas kirchneristas y peronistas está todo permitido. Hay lugar para todos, todas y todes. De sospechados de corrupción a discriminadores de porteños, mujeres y opositores como Gildo Insfrán a camaleones que venían a barrer con los ñoquis de La Cámpora y terminaron abrazados a ellos. De condenados por corrupción como Alberto Samid, Guillermo Moreno o tomadores de comisarías como Luis D´Elía. De sindicalistas patoteros a condenados por asesinato, como el candidato concejal de El Calafate. De vacunados VIP como Eduardo Valdez a procesados por negocios privados, como Máximo Kirchner. De Amado Boudou a Emerenciano Sena, detenido por el asesinato de Cecilia en Chaco.
No les importan las víctimas como Jésica Aguirre, vecina del barrio de Emerenciano Sena o los familiares de la Tragedia de Once. O los que sufrieron la corrupción en Ciccone. O la empleada doméstica de Victoria Donda, los que murieron esperando una vacuna, o los que sufrieron el encierro carcelario en Formosa o los que perdieron todo en las inundaciones de La Plata del 2013.
Sólo importa mantener el pacto cuasi mafioso entre los integrantes de un espacio político, social y cultural que repudia al opositor cuando se equivoca pero jamás, pero jamás, tiene una autocrítica para ofrecerle a la sociedad. Se reivindica el amiguismo, el acomodo, el choreo, la marginalidad, la incultura, el aguante, el apriete, el piedrazo...
Cómo les puede importar algo si la jefa espiritual y real del espacio es Cristina Kirchner, la vicepresidenta condenada por hechos gravísimos de corrupción por los que se enriqueció personalmente y extorsionó a empresarios de la obra pública para mantener su imaginaria "década ganada".