Editorial de Camilo Cagnacci en "Contra Todo Pronóstico", sábados de 11 a 13 por Radio Colonia (AM550).
Sentado a escribir esta columna recordé que mi hija -licenciada en relaciones internacionales, trabajando en el extranjero para una fintech, es decir una persona medianamente preparada- me preguntó acerca del por qué Vladimir Putin invadía Ucrania "ahora", en este momento y no en cualquier otro.
Y es una buena pregunta si uno quiere empezar a barruntar -no digo entender- el drama que se desarrolla en aquella región.
¿Por qué ahora? En realidad, "ahora" es en términos estratégicos la búsqueda de “Momentum”, es decir de acumulación de hechos que todos juntos aumentan la potencia del evento. Un buen estratega (y Putin lo es en nuestro mundo) acumula energía hasta alcanzar ese "Momentum", un punto de no retorno, una situación en la que lo esperado se desencadena prácticamente solo, por su propio peso.
Vladimir Putin fue percibiendo un escenario y se preparó para tener una buena alternativa lista si todo fallaba; y cumplidas sus profecías, actuó en consecuencia. Obtuvo "Momentum" y lo aprovechó. Decía Sófocles que “cuando las horas decisivas han pasado, es inútil correr para alcanzarlas”.
Y para entender un poco, hay que conocer algo (mínimamente) de la historia de aquel hermoso país. Lo que conocemos hoy como Ucrania fue históricamente un territorio muy disputado (ya Demóstenes en la antigua Grecia lo llamaba “el granero de Grecia”) y prácticamente siempre fragmentado por los imperios que lo rodearon. Para el año 800 de nuestra era, el Rus de Kiev ocupaba lo que hoy es Ucrania, Bielorrusia y la Rusia europea, siendo para el siglo siguiente uno de los más importantes y poderosos de Europa, sentando las bases de la identidad nacional de ucranianos, bielorrusos y rusos. Kiev fue luego destruida totalmente por los Mongoles (c. 1.200); cien años después, Lituania/Polonia controlaban el territorio de la actual Ucrania. Más adelante, en Crimea, gobernaban Kanes musulmanes vasallos del Imperio Otomano. Para los finales del 1.700 el Imperio Austríaco se queda con un pedazo de Ucrania y el resto del actual país se fue incorporando al Imperio Ruso. Fue el régimen zarista el que llevó la política de rusificación a las tierras de Ucrania, intentando por ejemplo suprimir el uso del idioma ucraniano en todos los documentos oficiales y públicos (lo que hacen ahora los ucranianos con el idioma ruso…).
Para la Primera Guerra Mundial, Ucrania dividida entre Austria y Rusia peleó en ambos bandos simultáneamente -potencias centrales y triple entente-.
Con el colapso de ambos imperios terminada la guerra, y la revolución bolchevique de 1917 reapareció el movimiento nacional ucraniano por la independencia.
Entre 1917 y 1920 existieron varios Estados ucranianos independientes, que con la firma de la Paz de Riga (1921) se dividieron entre Polonia y la URSS.
Fue con Stalin en el poder y la industrialización forzada, que llegó la hambruna generalizada que asoló a Ucrania entre 1932 y 1933 y que se conoce como Holodomor, considerado actualmente un genocidio.
Con la invasión alemana a Polonia al comenzar la Segunda Guerra Mundial, Alemania y Rusia se repartieron las tierras polacas y la Ucrania polaca pasó a control ruso. Por primera vez en casi 2.000 años, el territorio Ucranio estaba unificado.
Con la implosión de la URSS –principios de la década del ´90- el parlamento ucranio estableció los principios de la libre determinación de la nación ucraniana, su democracia, la independencia política y económica, y la primacía de la ley ucraniana sobre la ley soviética en el territorio ucraniano, y más tarde aprobó la Declaración de Independencia de Ucrania, en la cual se establece el país como un estado independiente y democrático. Habiendo tenido lugar las primeras elecciones fue electo el presidente del parlamento, Leonid Kravchuck como primer presidente del país.
En 1997, los presidentes de Rusia y Ucrania, Borís Yeltsin y Leonid Kuchma, respectivamente, rubricaron en Kiev el Tratado de Amistad, Cooperación y Asociación entre la Federación de Rusia y Ucrania en el que entre otras cosas, se declaraba que ambos países "basan sus relaciones en los principios del respeto mutuo, la igualdad soberana, la integridad territorial, la inviolabilidad de las fronteras, la solución pacífica de las controversias, la no utilización de la fuerza ni la amenaza de la utilización de la fuerza".
La historia no termina allí, pero lo que sigue ya nos mete de lleno en el conflicto actual, y lo que me detuve en contar con saltos de cientos de años y omisiones grotescas en aras de la brevedad, sirve para que un lector de estas Pampas comprenda cabalmente lo que significa ser un territorio en disputa en términos geoestratégicos. Nunca hay paz. Siempre hay muertos, guerras y familias divididas. Siempre mucho sacrificio y dolor. No por nada llegaron a estas tierras aquellos colonos ucranios que se establecieron en Misiones, en Chaco y en Buenos Aires.
Pero veamos lo que pasa ahora.
Cuando en 2013 el presidente Viktor Yanukovich rechazó el largamente negociado Acuerdo de asociación con la Unión Europea (cuya firma figuraba en su campaña electoral) y en su lugar, optó por establecer vínculos más estrechos con Rusia, muchos vieron una traición y salieron a las calles a protestar –eso es a grandes rasgos el Euromaidan–, llegando a provocar una ola de manifestaciones y disturbios civiles en toda Ucrania, cuyo objetivo fue pedir la dimisión del presidente Yanukóvich y su gobierno.
Analistas malpensados dicen que el Euromaidan fue financiado y fogoneado por la UE y Estados Unidos.
La violencia se intensificó a principios de 2014, cuando el gobierno aprobó las leyes antiprotesta. Con la caída de Yanukóvich –finalmente- y el triunfo de Petró Poroshenko se inició un cambio de bando del país, pasando de ser un país de la zona de influencia de Rusia a alinearse con el bloque formado por la OTAN.
Y este punto es crucial para entender un poco a Putin.
Él ve en ese giro un incumplimiento, una renuncia al compromiso de no expandirse hacia el Este que realizara la OTAN ya por la época de la reunificación alemana. Otros países que habían sido parte del pacto de Varsovia durante la Guerra Fría, como Polonia, Hungría y la República Checa fueron adhiriendo a la OTAN previamente. Luego se unirían los países Bálticos, (Estonia, Letonia y Lituania), hasta llegar a Bosnia, Georgia y Macedonia (2017)
Y hay que entender que esto, es parte del conflicto desatado esta semana.
Ucrania, es el último eslabón geográfico que tiene la OTAN hasta la frontera rusa, y Rusia ya desde sus tiempos imperiales siente una gran debilidad por su falta de fronteras físicas que los protejan de sus vecinos. Siempre necesitó contar con países "colchón" para sentirse protegida.
Con la caída de Yanukovich una crisis de secesión comenzó en la península de Crimea, manifiestamente rusa. Yanukovich desde el exilio pidió la intervención rusa y el presidente Putin desplegó tropas rusas en la península. De esta manera Moscú se garantizaba su puerto en el mar Negro (Sebastopol). Nada menos.
Crimea y Sebastopol declararon formalmente la independencia como la República de Crimea y solicitaron ser admitidos como parte de la Federación de Rusia los que ocurrió en marzo de 2014, con la firma de un tratado. Se opuso la Resolución 68/262 de la ONU defendiendo la integridad territorial de Ucrania.
Simultáneamente en aquel 2014 rebeldes pro-rusos declararon la autonomía de las repúblicas separatistas “Popular de Donetsk” y “Popular de Lugansk”, y tomaron el control de una gran parte de la región. Desde entonces la Cruz Roja considera que hay allí un estado de guerra civil.
Ucrania, ya mucho antes de los bombardeos de este jueves es víctima de Rusia, que se queda con Crimea y el Donbass –como mínimo–, y de la OTAN, que la ha empujado a este conflicto sin brindarle ni las herramientas ni el sostén que es necesario para estos movimientos. Y la OTAN ha sido llevada de las narices a esta situación principalmente por Estados Unidos, y debe estar extrañando y mucho, la muñeca de Angela Merkel para estas grandes ligas…
Nadie puede anticipar cómo sigue esta historia ahora, pero el rol de Estados Unidos es complejo; tiene a China como potencia desafiante y a Biden que podría estar necesitando desesperadamente una guerra frente a su estrepitosa caída en la opinión pública norteamericana. Por el momento, Estados Unidos logró que se paralizara el Nordstream II que los desvelaba, al costo de que el precio del gas se fuera a las nubes (claro, ese es un problema europeo)
Rusia no es una gran potencia en términos económicos. Tiene una gran fuerza militar, armas nucleares y un pasado imperial, pero su economía es débil y no tiene grandes desarrollos tecnológicos. Las sanciones económicas impuestas por occidente le van a hacer daño, pero muy lentamente, no con el ritmo que la crisis demanda.
Y volviendo a China, tal vez sea la única potencia que la pueda parar –en términos diplomáticos– este conflicto.
A China tampoco le sirve esta guerra. Y si consiguiera por la vía diplomática que Rusia detenga su avance, empezaría a erigirse como el nuevo árbitro internacional. Nada mal.
¿Y nosotros? ¿Y Argentina? En términos geopolíticos, nosotros no podemos aceptar los argumentos rusos que respaldan la invasión, ya que son los mismos argumentos que usan los ingleses para sostener su ocupación de Malvinas. Tampoco podemos aceptar una violación tan flagrante del principio de no intervención en los asuntos de otros países. Tampoco la violación del principio de integridad territorial.
En términos económicos –que me han preguntado mucho en estos días- obviamente, y dado que los mercados se comportan como "Doña Rosa", que sale a estoquear aceite, azúcar, fideos y papel higiénico cada vez que la cosa se pone brava, los precios de los commodities (granos, petróleo, gas, oro) saltaron por las nubes, lo que por un lado nos beneficia (granos) –aunque no tanto por la sequía- y por otro nos perjudica (gas) cuando tengamos que salir a comprar frente al invierno que se avecina.
La tasa de interés mundial también sube y eso hace más caro el pago de los intereses con los acreedores privados, aunque no afecta tanto a la negociación con el FMI.
Nota de color: para JP Morgan, Argentina es más peligrosa que Ucrania. A pesar de la guerra, sí.
Y para terminar, señalar que todo lo que he escrito aquí ha sido dicho con mucha prudencia, en tono interrogativo; tal vez, con mucho dolor por aquellos seres humanos que están sufriendo y lo están perdiendo todo. En la guerra las certezas deben detenerse, pues es el espacio de los actos heroicos que desafían todo cálculo humano. Y también, es el lugar de las mayores cobardías.
(*) Abogado y analista internacional.
Comentario editorial de Camilo Cagnacci en Contra Todo Pronóstico, sábados 11 horas por Radio Colonia (AM550).
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