En la recta final hacia la decisión de nuestras vidas
Análisis y opinión 24 de septiembre de 2023 Luis GasullaPara los que pasamos los 40, la próxima elección presidencial puede ser la última oportunidad para que el país le gane al populismo. Nadie tiene la verdad revelada pero los ciclos con rasgos autoritarios duran, en promedio, 10 años en la Argentina. Pasó con el primer peronismo y lo duplicó el kirchnerismo, ya en el siglo XXI, con un impasse republicano. También pasó que los cambios abruptos de modelo económico duraron una década como sucedió con el gobierno de Carlos Menem. Por lo general, cuando un gobierno llega al poder con el respaldo de un sector de la población que se fanatiza con su líder se queda en la Rosada durante un tiempo considerable. Pero la historia está para ser cambiada. O no.
Para los jóvenes, la elección del 22 de octubre es una esperanza, una oportunidad para tirar al tacho "lo viejo". Los que prefieren no ver las señales se comen el sapo de Barrionuevo, Cavalieri, Gerardo Martínez y los Moyanitos.
Para los adultos mayores, la vida se les va y no quieren girar 180 grados ni saltar al vacío. Prefieren las reformas a las revoluciones. El tiempo ya les dio la razón. Cada vez que alguien propuso cambiar todo, no cambió nada. Cada vez que alguien vino a echar a "los de siempre", se abrazó con lo más rancio de la vieja política. Pasó en el 2001 con el "que se vayan todos", cuando el el peronismo se encargó de sacarse de encima a Fernando De la Rúa.
La denuncia de Javier Milei contra Alberto Fernández por el gasto descontrolado suena a show para la tribuna. La Libertad Avanza, hasta ahora, no cuenta en sus filas con estudiosos de la denuncia penal que capaces de marcarle los límites a gobiernos populistas, como en su momento lo fueron los "lilitos" de Carrió. Tampoco pareciera importarle. El freno a la política es total y para todos. Al menos, en el discurso. La denuncia es verbal e injusta. Se puede acusar a todo el periodismo crítico de "ensobrado" como editar sutilmente al director de cine, ganador de un Oscar, Juan José Campanella, para acusarlo de apoyar a Sergio Massa. Se puede pasar del abrazo amigable con Patricia Bullrich a gritarle que "tiene las manos manchadas con sangre". El trabajo de los nuevos políticos pasa por TIkTok y la Tele. No por una sesión en el Congreso, ni por una investigación presupuestaria seria o jurídica.
Al gobierno, el fenómeno Milei se le fue de las manos. Lo agrandaron demasiado. Cobró vida propia. Actúan como desesperados por ingresar al balotage, a pesar de lo que afirman las encuestas: que Massa le pelea voto a voto a Milei. Sin embargo, el ministro-candidato toma medidas para "tirar la casa por la ventana" antes de que explote todo. La inflación es su peor enemigo. Y el kirchnerismo le pone un freno a su virtual crecimiento si es que existe.
Bullrich estaba en la lona, pero se levantó y respira. Nadie sabe si le alcanzará para meterse en un balotaje con uno de los dos populistas que la enfrentan. Milei grita cuando le preguntan por JXC o "la montonera" que no fue. Se apichona cuando le hablan de la casta sindical. Y se disfraza de un estadista que aún no es. Pide listas de invitados, arma listas negras de periodistas, apela a la venganza y a los "cómplices" de mentiras que no son. Tan parecido a Cristina que asusta que la sociedad argentina no lo quiera ver.
Es el problema que tenemos los argentinos: sin memoria, los pueblos repiten sus tragedias. Lo que molestaba, tal vez, no era el fanatismo sino el fanatismo K.