
Un triunfo oficialista que nadie midió, la Boleta Única que desarmó vicios del Conurbano, el boomerang del desdoblamiento, la pulverización de la “tercera vía”, el reordanamiento de la interna libertaria y un lunes económico que exige más que épica.
"No editorial" de Camilo Cagnacci en Ángulo Muerto (martes y jueves 19 horas por canal EY!).
Análisis y opinión21 de marzo de 2025
Sección PaísEl quilombo no es un problema para este Gobierno, sino la estrategia.
Nos quieren hacer creer que está constantemente a los tumbos, que el escándalo es producto del desorden y la improvisación. Que se lo pueden llevar puesto, aunque hoy la oposición no tenga con qué. Pero si miramos con atención, si conectamos los puntos, podemos ver que no hay caos, hay control. No hay crisis, hay distracción. Y cuando todo el mundo está gritando, el Gobierno ya está avanzando con lo que realmente le importa. Un claro ejemplo fue lo que vimos ayer, dentro y fuera del Congreso ¿no?
Pero insisto: miremos el recorrido. Cuando explotó el escándalo de la cripto $Libra, ¿cuál fue la primera reacción? ¿Un Milei firme dando explicaciones? No. En todo caso, hubo un Milei dispuesto a cabecear los centros de un entregado Jony Viale, que para colmo quedó en ridículo con la ya célebre interrupción de Santiago Caputo, el mago del Kremlin. La excusa: proteger a su jefe de las presuntas complicaciones que podría traerle la respuesta que acababa de dar.
La jugada, lejos de apagar el incendio, lo avivó. Y cuando la discusión estaba en su punto más alto, llegó otro golpe de efecto: en plena apertura de sesiones ordinarias, el mismo Caputo protagonizó un cruce escandaloso con Facundo Manes en el Congreso. Después llegó el DNU para meter, por la ventana, a dos hombres resistidos en la Corte Suprema.
¿Se entiende la secuencia? Cada vez que un tema incómodo amenaza con copar la agenda, aparece un nuevo episodio de alto impacto. Algo que haga ruido, que desplace el debate, que desvíe la atención.
Con el acuerdo con el FMI encaminado, la escena se trasladó a las calles. Primero, con la marcha de los jubilados. Después, con la represión. Y ahí el quilombo escaló: la imagen de Pablo Grillo, el fotógrafo gravemente herido por un disparo de gas lacrimógeno, sacudió todo. Mientras los organismos de derechos humanos, los medios y la oposición exigían explicaciones, el Gobierno endureció el discurso, redobló el operativo de seguridad y blindó la Ciudad para evitar que la historia se repitiera ayer. Valiéndose, incluso, de recursos que, si los hubiera usado otro gobierno, todavía estaríamos discutiendo si ya somos Venezuela.
¿El resultado? Otra vez el foco en el quilombo, mientras en Diputados blindaban el acuerdo con el FMI.
Esta no es una administración desordenada. Es una administración que gobierna a través del escándalo. Cada crisis no es un obstáculo, es una herramienta o una oportunidad. Cada polémica no es un problema, es una distracción. Mientras todos miran el circo, las decisiones de fondo avanzan sin resistencia.
Así que la pregunta no es cuánto quilombo más puede soportar este gobierno, sino cuánto más va a durar el show y qué va a pasar cuando las luces se apaguen.

Un triunfo oficialista que nadie midió, la Boleta Única que desarmó vicios del Conurbano, el boomerang del desdoblamiento, la pulverización de la “tercera vía”, el reordanamiento de la interna libertaria y un lunes económico que exige más que épica.

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