El fantasma de las Malvinas

Augusto Bedacarratz, el fantasma de las Malvinas, nació en La Pampa, criado entre gauchos y vientos.

Pero él sabía que no se iba a quedar entre vacas. Así que se anotó en la Escuela Naval, donde vieron que, arriba de un avión, tenía más futuro que el Kun Agüero en Independiente. 

En 1981 lo mandaron a Francia a comprar los aviones Super Etendard, y a recibir un entrenamiento de elite en el Viejo continente. Así que, cuando el viejo borracho de Galtieri nos mandó a la guerra contra la segunda potencia armamentística del mundo –ayudada por los Estados Unidos y la OTAN–, teníamos unos tipos re picantes, re entrenados y dispuestos a volar como kamikazes por la patria.

El 2 de mayo de 1982 estos piratas traidores nos hundieron el buque escuela General Belgrano, que encima estaba en una zona de exclusión de guerra. Ahí, tanto Augusto, como el escuadrón de la muerte, dijeron que "con la Argentina no se jode" y crearon el ataque más importante desde la Segunda Guerra Mundial.

El 4 de mayo aprovecharon que era un día horrible, lleno de lluvia, pero perfecto para que los satélites ingleses no los descubran.

Se subieron a los aviones, empezaron a volar a cinco metros dela altura del nivel del mar, apagaron los satélites y todo tipo de tecnología, se empezaron a comunicar solo por señas como unos fantasmas, se acercaron al barco, dispararon los misiles y se alejaron girando los aviones al revés, haciendo una maniobra única como "la mano de Dios".

Llegaron a la base sanos y salvos. Y a las cinco de la tarde, el ministro de Defensa británico anunció con dolor en el pecho que la República Argentina había hundido al barco más importante de la marina más poderosa, dejando 21 muertos, pegándoles en el medio de la carcaza, del corazón de Margaret Thatcher, de la reina de Inglaterra y de la OTAN.