Motosierra sin freno: ajuste extremo y servicios al borde del colapso

Desfinanciamiento, despidos y vaciamiento en áreas críticas del Estado ponen en riesgo la seguridad vial, la ciencia, la salud y el transporte. Mientras Milei predica ahorro, crecen los costos sociales y los peligros.

Política02 de junio de 2025Sección PaísSección País
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El 27 de marzo a las 7:05 de la mañana, un avión de Aerolíneas Argentinas con 97 pasajeros giró en círculos sobre Sauce Viejo durante 53 minutos. Nadie contestaba en la torre de control. La imagen era más distópica que técnica. No era un desperfecto: era la motosierra.

Una semana antes, los trabajadores de la ANAC habían advertido por nota al gobierno de Javier Milei que sus recortes ponían en riesgo la seguridad aérea. Nadie respondió. Ese jueves no había controladores porque habían sido despedidos. No fue un error. Fue el plan.

Y el episodio no fue aislado. Fue una postal anticipada de algo mayor: un Estado que, al ser desfinanciado, deja de prevenir y comienza a fallar.

Los que advirtieron antes del desastre

Como en un patrón que se repite, otros sectores hicieron sonar alarmas similares. Los trabajadores de Vialidad Nacional, los pediatras del Garrahan, los científicos del CONICET, los técnicos del Instituto Geográfico, las familias con personas con discapacidad, incluso actores y actrices. Todos coincidieron en algo: la motosierra sigue operando, y no hay red.

El caso de la Agencia Nacional de Seguridad Vial es paradigmático. Creada tras la tragedia del colegio Ecos, logró bajar en más de 30% las muertes viales. De 5.600 por año a 3.900. Hoy, el gobierno quiere fusionarla con otros organismos para “ahorrar”. El exdirector Pablo Martínez Carignano denunció que esa decisión podría costar más en juicios, atención médica y muertes que lo que se pretende ahorrar en sueldos.

Las rutas, además, están abandonadas. El Gobierno dejó de conservarlas en diciembre y delegó la tarea a las provincias. Mendoza fue la primera en aceptar el convite forzado: ahora cobra peaje por rutas que antes se mantenían con impuestos nacionales. “Es una extorsión disfrazada”, dijo Martínez Carignano. El que no paga, se estrella.

Administrar no es gestionar

El Gobierno se enorgullece de ordenar las cuentas. Pero se desentiende de la gestión pública. De garantizar que funcionen las cosas que importan: los controles, la salud, la prevención, la ciencia. Todo lo que no entra en el Excel, se corta.

El discurso de “achicar el Estado” se sostiene con una fórmula conocida: sembrar sospechas, hablar de ñoquis, de estructuras inútiles. Pero las estructuras que se desmantelan no eran inocuas: prevenían tragedias, sostenían derechos, investigaban curas, formaban futuros.

Ramiro Marra, incluso desde el oficialismo, reconoció una contradicción: “El Estado tiene que garantizar salud, educación, justicia y seguridad”. Pero en la práctica, se aplica lo contrario.

La evidencia molesta

El director de Fundar, Daniel Schteingart, lo explicó con datos. Los componentes más efectivos del gasto público para reducir desigualdad son la moratoria previsional, la salud pública y la educación básica. Justo los que Milei recorta.

Y ni siquiera hace falta hablar de redistribución. Desde una mirada puramente de negocios, hay advertencias que el gobierno ignora. Marcelo Álvarez, CEO de Barrick Gold, lo dijo clarito en el IAEF: “Con el RIGI no alcanza. En Chile ya tenés infraestructura. En Argentina tenés que hacer las rutas y tu propia línea eléctrica”. Nadie en la Casa Rosada recogió el guante.

El mapa del ajuste silencioso

Los recortes no son abstractos. Tienen nombres. ANMAT, Senasa, INTA, Aduana, Instituto Geográfico, Casa de la Moneda (y las chapas patente que no aparecen), FOMECA, Trenes Argentinos. Todos tienen algo en común: dejan de funcionar porque el Estado los asfixia.

En ciencia, el caso es escandaloso: el BID giró 53 millones de dólares para financiar investigación. El Gobierno los retuvo. No los usa. No los explica. Más de 2.000 científicos firmaron una denuncia. El BID prometió investigar. Nadie respondió.

Lo mismo con el INCAA y el FOMECA: fondos que el Estado recauda específicamente para fomentar cultura y medios. Pero los congela. Ni siquiera los desvía: los inmoviliza.

Final abierto

Milei prometió cortar privilegios, pero corta capacidades. El Estado ya no cuida, no repara, no investiga, no previene. Solo ajusta.

La motosierra sigue encendida. Pero el que pierde el equilibrio no es el gasto público: es la gente.