
Un triunfo oficialista que nadie midió, la Boleta Única que desarmó vicios del Conurbano, el boomerang del desdoblamiento, la pulverización de la “tercera vía”, el reordanamiento de la interna libertaria y un lunes económico que exige más que épica.
Romper a la coalición desde decisiones trasnochadas de algunos dirigentes, sería acabar con una oportunidad histórica; y también con un pacto de la política con la ciudadanía.
Análisis y opinión08 de junio de 2023
Nicolás Roibás
Juntos por el Cambio está viviendo su momento más difícil desde aquel 11 de agosto de 2019 en que perdió las PASO contra el Frente de Todos de forma arrolladora e inesperada. En ese momento, la trompada electoral puso en duda muchas certezas. Salieron a la luz todas las diferencias internas que venían desde los inicios del gobierno, pero que con mucho esfuerzo habían sido contenidas para no afectar la gestión. Allí estuvo al borde de explotar todo, hasta el mismísimo gobierno.
Tomo este día y las horas que siguieron después, como el momento más bajo que tuvo Juntos por el Cambio hasta hoy. Muchos de los protagonistas al contar detalles sobre esas horas así lo señalan. Un libro que escribimos junto a Miguel Velarde -que verá la luz el 1º de agosto próximo por editorial Sudamericana- revisa, entre otras cosas, esas horas dramáticas.
Cambiemos nació a partir de los ciudadanos que se movilizaron frente a un poder autoritario y dominante, durante los gobiernos de Cristina Kirchner. Una parte de la dirigencia supo recoger el guante a tiempo. El primer sentido de aquel acuerdo político había sido desbancar al kirchnerismo después de 12 años. Pero luego de haber cumplido ese desafío, durante el gobierno de Macri, la coalición fue desarrollando su sentido más elemental. El punto culmine de este proceso se dio, justamente, en el año 2019.
Lo que termina de poner claridad al verdadero rol de la coalición es la derrota, aunque parezca mentira. A partir de allí se entendió la importancia de la existencia de una fuerza política que sirva, no solo para gobernar el país y generar un cambio necesario, sino para ser una barrera eficaz contra los proyectos políticos que intenten corromper institucionalmente al país. En otras palabras: construir una alternativa de poder perdurable en el tiempo y que tenga en su ADN la confrontación de ideas con el populismo. Esta construcción, ese desafío en un país adicto al peronismo, fue mojarle una poquito la oreja a la historia. Allí reside el elemento más importante del Cambio que se predica. Allí, aún con todos los defectos, es donde habita la verdadera rebeldía de la coalición.
El conflicto dentro de las filas de Juntos por el Cambio, probablemente, haga que hoy muchos ciudadanos se estén preguntando: ¿Valió la pena movilizarnos frente al kirchnerismo todos estos años? ¿Tuvo sentido bancarse las piedras y no bajar los brazos aun en los peores momentos? ¿Hicimos bien en creer que era posible cambiar la Argentina?
Una porción del electorado parece haberse sentido defraudada. El votante de Javier Milei es heterogéneo, pero muchos electores que históricamente votaban a JxC y que hoy miran hacia el libertario, probablemente hayan sentido decepción por la conducta errática de algunos dirigentes de la coalición, más que por los atributos del candidato de La Libertad Avanza. Por eso, suena cómico-o trágico- cuando entre los argumentos de la decisión de sumar a Schiaretti y otros dirigentes del PJ al espacio, se esgrime el crecimiento de Milei en las encuestas. Esta solución propuesta es como querer apagar el fuego con nafta.
Las ideas que movilizaron a los ciudadanos todos estos años y que desembocaron en la conformación de la coalición, no se agotaron. Están más vigentes que nunca. Si algo puede revalorizarse de la experiencia de Cambiemos en el gobierno fue que cuestionó al populismo mostrando otra forma de ejercer el poder y otra idea de país. Fue el paréntesis que tuvimos ante la locura populista. Las ideas que se defendieron en el 24A y en las marchas posteriores, trascienden a la coalición. Si los ciudadanos no se sienten representados por Juntos por el Cambio, buscarán otra herramienta.
Lo que a una parte de la dirigencia de la coalición se le escapa, es que Juntos por el Cambio puede ser un antes y un después; o puede quedarse en una simple coyuntura, un intento loable, pero solo un intento más de tantos otros. Puede diluirse, puede perder representatividad, puede desaparecer. Pero romper a la coalición desde decisiones trasnochadas de algunos dirigentes, sería acabar con una oportunidad histórica; y también con un pacto de la política con la ciudadanía. Es posible que quien rompa ese pacto, no se recupere como figura política.
El 12 de agosto de 2019, repito, en el peor momento de Cambiemos, Hernán Lombardi mandó un WhatsApp a toda la plana mayor del gobierno y que se hizo público: “La gente que representamos puede perdonar nuestros errores, festejar nuestros éxitos y disimular nuestros defectos. Pero no nos v69an a perdonar si los dejamos huérfanos e indefensos frente al poder populista”.
Más claro, imposible.

Un triunfo oficialista que nadie midió, la Boleta Única que desarmó vicios del Conurbano, el boomerang del desdoblamiento, la pulverización de la “tercera vía”, el reordanamiento de la interna libertaria y un lunes económico que exige más que épica.

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