"Unidos en el espanto": la alianza Milei-PRO, entre puentes rotos y refuerzos de ocasión
Las negociaciones entre Milei y el PRO avanzan a los tumbos: rencores personales, reparto amarrete de cargos y un plan económico que inquieta a Wall Street. La alianza se sostiene más por temor que por convicción.
Política02 de junio de 2025

Cristian Ritondo abrió los ojos. Estaba cansado, era tarde en Olivos. Javier Milei acababa de citar a Julio Argentino Roca. "Juntos vamos a refundar la Argentina. Como lo hizo Roca en 1880". El diputado lo escuchó en silencio. Y el Presidente, que mezcla devoción histórica con pulsiones mesiánicas, remató la escena con una frase que quiso ser íntima: “Me siento bien con vos”.
Todo parecía ir viento en popa, pero el idilio duró lo que tarda en sonar el nombre prohibido: Mauricio. "¿Por qué metieron a Mauricio en la pelea de la Ciudad?", lo increpó Milei, furioso. La cena se tensó. Ritondo habló de errores propios. Mencionó a Jorge Macri. Y Javo explotó: “Jorge maltrató al Jefe, a mi hermana”.
Esa noche, Olivos fue una síntesis perfecta de lo que es hoy la alianza entre La Libertad Avanza y el PRO: una mezcla de oportunidad, sospechas y mezquindades recíprocas. Los acuerdos existen, pero son provisorios. Y el combustible principal no es la confianza, sino el espanto compartido: evitar el regreso del kirchnerismo.
Karina, la intocable
Karina Milei no discute. Impone. La hermanísima es la encargada de definir las listas y, por ahora, se niega a cederle al PRO lugares de peso. Sólo dos lugares entre los primeros doce. El trío Ritondo-Santilli-Montenegro explotó. El encargado de responder fue Eduardo "Lule" Menem, mano derecha de Karina: Diego Santilli no encabezará la boleta bonaerense de octubre. Apenas le ofrecen un consuelo: ir primero en septiembre, en la Primera Sección.
Es un juego de pinzas: el Gobierno quiere al PRO como socio menor. Y desde la Casa Rosada creen que hay traiciones encubiertas. Milei acusó a Jorge Macri de financiar a Ramiro Marra y de bloquear al bloque libertario en la Legislatura porteña. También lo ligó a Antoni Gutiérrez Rubí. “Es un difamador”, bramó el Presidente. Ritondo, en modo zen, no respondió. Sabe que la alianza depende de disimular los odios personales.
Pato, Mauricio y la batalla de CABA
Si en la Provincia la fusión avanza con heridas internas, en la Ciudad reina la fractura. Patricia Bullrich no quiere compartir lista. Menos aún, aparecer detrás de algún Macri. “El PRO es el 15% en CABA y el 5% en provincia. ¿Qué quieren?”, disparó, con tono despectivo. Mientras tanto, en San Nicolás, el intendente Santiago Passaglia rompió filas y lanzó su propio partido. “Yo no voy a agachar la cabeza”, desafió.
En Manhattan no entienden nada. Los fondos de inversión miran con desconcierto cómo una misma fuerza va unida en Buenos Aires y dividida en CABA. Dicen que un desliz electoral podría arruinar toda la arquitectura económica. Por eso, la Casa Blanca activó el puente con el FMI para garantizar que Javo llegue a octubre.
Caputo, la misión imposible y la doctrina massista-austríaca
En paralelo, Toto Caputo se aferra a una única obsesión: llegar a octubre con una inflación del 1%. Para eso, congela todo: salarios, tarifas, dólar. Las reservas siguen en rojo y las medidas contradicen el credo liberal. En la UIA bromean con que aplica la doctrina del “massismo austriaco”. Pero Wall Street no se ríe: la baja institucionalidad y los exabruptos de Milei alejan a los inversores.
Para promocionar un supuesto regreso al crédito, Caputo colocó bonos sin cumplir con los requisitos básicos (sede judicial en Nueva York y suscripción en dólares). Aun así, JP Morgan y Goldman Sachs ayudaron a juntar los US$ 1.000 millones. Pero no alcanzó: el plan no generó el impacto deseado.
La relación con los empresarios es un campo minado. Caputo no fue a la UIA, ni al CICyP, ni ahora a CAMARCO. Francos y Sturzenegger también pegaron el faltazo. El Coloso, por su parte, recibe críticas por su show de PowerPoints sin resultados concretos. Y el ministro de Salud, Mario Lugones, ni siquiera aparece: el Garrahan atraviesa una crisis terminal por falta de fondos.
¿Obra pública? Cero
Weretilneck lo resumió con crudeza: “En Economía no se preocupan por el interior”. Caputo no sólo frenó la obra pública, sino que incluso desvió fondos ya girados por el BID, la CAF y el Banco Mundial para reforzar las reservas del BCRA. Las consecuencias ya están sobre la mesa: caída del crédito externo, enojo de gobernadores y crisis en sectores clave de la economía real.
El corset anti-inflacionario puede calmar las expectativas a corto plazo, pero el costo social y productivo empieza a sentirse. El consumo no arranca. El campo está paralizado. Y el Gobierno hace equilibrio entre el ajuste y el derrumbe.
Final abierto
La alianza Milei-PRO camina por una cornisa. Las listas, las traiciones, los enojos y los delirios estratégicos conviven con una economía atada con alambres y una sociedad que ya no responde al Excel. El poder, como el crédito, no es gratis. Wall Street ya lo olfatea. La política argentina, una vez más, se juega el todo por el todo entre alianzas precarias y fantasmas que siempre vuelven. ¿Hasta cuándo se puede sostener un acuerdo basado más en el miedo al otro que en una idea común de país?
Bonus track: Cromañón en el Senado
En este contexto, una figura del pasado volvió a escena. Aníbal Ibarra, destituido en 2006 por la tragedia de Cromañón, fue reincorporado como asesor en el Senado, bajo el ala de Oscar Parrilli. Cobra $1.124.000 brutos por mes. Su regreso, silencioso, no fue informado oficialmente. Tampoco fue negado. El bloque de Unión por la Patria guarda silencio. Ibarra, en cambio, había sido crítico del oficialismo por el manejo de alimentos y pactos políticos. Hoy, su retorno al Estado reaviva la discusión sobre “la casta”, los sueldos en el Senado y las viejas prácticas que sobreviven al ajuste.