
Un triunfo oficialista que nadie midió, la Boleta Única que desarmó vicios del Conurbano, el boomerang del desdoblamiento, la pulverización de la “tercera vía”, el reordanamiento de la interna libertaria y un lunes económico que exige más que épica.

Aunque ahora no tenemos una guerra fría, que en todo caso sería con China y no con Rusia, se están repitiendo algunas formas de combatir de la Guerra Fría.
Por empezar, en ambas etapas no hubo peligro nuclear verdadero. El marco general es que hay potencias que pelean entre sí y el marco particular es que hay países que tienen guerras civiles internas. Eso pasó en Hungría, en Checoslovaquia, en Corea, en Vietnam y por último en Siria.
Donde hay una guerra interna aparecen las potencias y acompañan a una de las dos facciones, combaten a través de terceros. Esto es lo que aparentemente está sucediendo ahora en Ucrania.
Creo que están negociando en secreto y que terminaremos con una renuncia de la OTAN a la aspiración de que Ucrania ingrese a la misma y una retirada por parte de Vladimir Putin ¿Cuándo será esto? No se puede saber. Mientras estamos siendo testigos de un conflicto interno de un país, que se va a mantener de esa manera, ya que no considero que se extienda al resto de Europa ni se convertirá en nuclear.
La posición argentina da pena, el presidente Alberto Fernández colocó al país hace dos semanas en el lugar del escorpión del cuento. Mientras le pide ayuda a Estados Unidos por el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, le dice a Putin que quiere liberarse de los Estados Unidos y del FMI.
La declaración inicial de Argentina fue triste: no mencionó a Rusia, no habló de invasión, habló de lamentar una escalada como si fuera un evento meteorológico o un tsunami.
Esto fue una acción militar de un país contra otro, violando la carta de las Naciones Unidas que prohíbe el uso de la fuerza para sostener diferencias políticas.
Uno de los últimos países en ser condenado por esto fue Argentina en 1982 durante la Guerra de Malvinas. Mas allá de que tuviéramos razón o no, se realizó a través de la fuerza y nos condenaron. Acá pasa lo mismo, pero al tratarse de Rusia, la condena no viene.
La Argentina ha quedado pésima, navegando al garete y de vuelta el mundo nos mira como un país que no sabe dónde va.
(*) Abogado, politólogo y ex vicecanciller argentino.

Un triunfo oficialista que nadie midió, la Boleta Única que desarmó vicios del Conurbano, el boomerang del desdoblamiento, la pulverización de la “tercera vía”, el reordanamiento de la interna libertaria y un lunes económico que exige más que épica.

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