
Anunciar a Horacio Rodríguez Larreta como su jefe de Gabinete fue la mejor decisión que Patricia Bullrich podía tomar ante un escenario de tercios, donde a nadie le sobra nada.
Por caso, Javier Milei sumó a Luis Barrionuevo para que le cuide los votos pese a sus 38 años de “casta” y el recordado antecedente de las urnas quemadas en Catamarca.
En tanto, Sergio Massa rifó $2,2 billones para compensar los efectos de una devaluación instrumentó como ministro de un Gobierno que no reconoce propio.
Pero a diferencia de las decisiones de sus adversarios, la de Bullrich no es vergonzante sino que consolida su liderazgo y pone a Larreta en el lugar que mejor le sienta: el de gestor.
¿Se mataron en la interna? Como los demócratas en Estados Unidos y los "blancos" en Uruguay. Y en ninguno de esos casos eso fue impedimento para que el perdedor acompañe al ganador.
Por el contrario, Kamala Harris terminó siendo la vicepresidenta de Joe Biden; y Jorge Larrañaga, el ministro del Interior de Luis Lacalle Pou hasta su inesperado fallecimiento.
¿Por qué? Tres premisas básicas lo explican mejor que este autor: “el que gana conduce y el que pierde acompaña”, “el que abandona no tiene premio” y “el que se enoja pierde”.
Después de haberse tomado el tiempo necesario para sanar las heridas que dejó la interna, Bullrich y Larreta demostraron haberlo entendido con el anuncio de este sábado.
Por eso, llama la atención encontrarse con personas conflictuadas por el entendimiento.
Sobre todo, teniendo en cuenta que: estamos hablando de un espacio que no sólo se mantuvo unido en la adversidad, sino que se amplió y discutió liderazgos en las urnas; y fundamentalmente, lo que hay del otro lado. ¿O acaso darle lugar a Larreta en un eventual gobierno es igual o peor que pactar con Barrionuevo o "los ñoquis de La Cámpora?
La interna pasó y hubo una clara ganadora. Ahora está en juego algo mucho más importante: el destino de nuestro país. Y no hay lugar para sensiblería.
Del enojo de 2019 vino Alberto, con Cristina y Massa. De este, podría venir algo mucho peor.
Por eso les digo, entre lo ideal y lo posible hay una opción: no ser boludos.