Poroteando en la cubierta del Titanic

Hola, ¿cómo estás?

Espero que bien. 

Desde este martes y cada dos semanas, voy a intentar contarte de manera sintética lo que está pasando en la coyuntura política argentina. Hoy me voy a dedicar a desmenuzar las distintas posiciones que, tanto en el Frente de Todos como en Juntos por el Cambio, pululan alrededor del acuerdo alcanzado entre el gobierno de Alberto Fernández y el FMI. Advertencia: todo es más impredecible de lo que imaginamos.

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Sin exagerar: gran parte del destino de la Argentina en su próxima década está atado a lo que suceda este mes en el Congreso Nacional. Sin embargo, o quizás justamente por eso, la discusión acerca de la “letra chica” del entendimiento con el organismo dirigido por Kristalina Georgieva no está todavía saldada al interior de las dos principales coaliciones del país. Son diferencian que cubren con un manto de incertidumbre el desenlace que puede llegar a tener la votación del proyecto delineado por Martín Guzmán en el recinto.

“Estamos bailando en la cubierta del Titanic”, dicen que se le escuchó decir a un alto funcionario del Gobierno en los últimos días. El dramatismo de esa metáfora fue replicado ayer por el ministro de Economía durante su exposición en la Comisión de Presupuesto y Hacienda de la Cámara baja. Con su habitual estilo frío y distante, Guzmán advirtió a los diputados que lo escuchaban que, de no aprobarse el pacto con el FMI, se profundizará en la Argentina un escenario de “gran potencial desestabilizador”. 

Es el diagnóstico que más inquieta a Alberto Fernández, para quien lograr el apoyo legislativo a esa iniciativa constituye de una pulseada a todo o nada. Tras el ruidoso portazo de Máximo Kirchner, la responsabilidad de unir a la tropa recayó sobre el santafesino Germán Martínez: de los 118 diputados que integran el bloque del Frente de Todos en la Cámara baja, en la Casa Rosada están convencidos de que habrá cerca de 90 que votarán el memorándum firmado por Guzmán. Un número que podría llegar a 100, si se suma a los aliados circunstanciales que responden a los gobiernos provinciales. 

Pero el problema también lo tiene la oposición. Si bien Juntos por el Cambio anticipó públicamente su voluntad de autorizar al Gobierno a refinanciar la deuda con el FMI para evitar que el país caiga en una cesación de pagos, ayer sus dirigentes dejaron en claro que no están dispuestos a avalar con su voto el programa económico que diseñado entre Guzmán y Georgieva. ¿Su argumento? Que el papel del Congreso se limita a autorizar o no un nuevo acuerdo, no a aprobar o rechazar un plan. Traducción posible: “No vaya a ser que quedemos pegados al ajuste”.

En ese sentido, fue la Coalición Cívica la que dio la nota al presentar un proyecto de ley para que el gobierno de Fernández pueda llegar a un entendimiento con el organismo de crédito sin la necesidad de que todo el paquete pase por el Congreso. Una "herramienta de última instancia” para evitar el default, según definieron en esa fuerza política. En el Gobierno, sin embargo, desestimaron la propuesta. 

"Hay que dar quórum y no impedir que el Gobierno tenga el acuerdo", señaló la semana pasada el presidente de la UCR y gobernador de Jujuy, Gerardo Morales. Es que mientras en radicalismo sobresale el sector representado por Martín Lousteau, que interpreta que el acuerdo debe votarse o rechazarse integralmente, los diputados del espacio que lidera Elisa Carrió podrían votar a favor en general y abstenerse en los artículos durante el debate en particular.

El actor que se mantiene firme en su reticencia es el Pro. Aunque alberga voces más moderadas, el partido presidido por Patricia Bullrich empuja a la coalición opositora hacia el rechazo del memorándum in toto. La mesa chica del espacio fundado por Mauricio Macri sostiene que el contenido del texto firmado con el FMI es “malo para el país” y que se convertirá en una “bomba de tiempo” para la administración que asuma en 2023. Sí, es la misma fuerza política que creyó que era buena idea comprometer al país a devolver cerca de 40.000 millones de dólares en dos años.

El dato

Aunque Alberto Fernández está lejos de los 129 votos de diputados que necesita para dormir tranquilo, su parada más complicada la tiene en el Senado. A diferencia de lo que ocurre en la Cámara baja, donde los legisladores que se abstienen suman al quorum, en la Cámara alta los senadores están obligados a tomar posición –negativa o afirmativa– para que su presencia sea tenida en cuenta en la votación final. En otras palabras: al Gobierno le conviene que haya senadores que rechacen el proyecto y no que se abstengan. ¿Qué fichas jugará Cristina Kirchner?

Bonus track

Te comparto la ¿histórica? entrevista que le hizo Carlos Pagni a Enrique “Coti” Nosiglia en LN+:

Hasta acá llegamos por hoy. Que tengas una buena semana.

Pedro