El Frente de Todos los Locos goza de buena salud

Análisis y opinión 22 de abril de 2022 Camilo Cagnacci Camilo Cagnacci
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La semana empezó con la Corte tomando las riendas del Consejo de la Magistratura y la terminamos con Cristina Kirchner en el centro de la escena, a partir de la jugada que le permitió arrebatarle a Juntos por el Cambio una de las sillas correspondientes a los representantes del Congreso. ¿A quién? A Luis Juez, que era el candidato que ese frente presentó en el Senado. Juez denunció penalmente a la vicepresidenta por abuso de autoridad.

En Diputados también hubo lío: allí, el jefe del bloque Frente de Todos, Germán Martínez, impugnó la decisión de Sergio Massa –el mismo que lo presentó en sociedad cuando fue elegido para reemplazar a Máximo Kirchner– de cumplir con el reglamento y entregarle el lugar correspondiente a la segunda minoría a la UCR, que propuso a la diputada santacruceña Roxana Reyes.

En paralelo, este toma y daca que nos tuvo la cabeza colonizada durante toda la semana sumó un nuevo capítulo en las últimas horas con la denuncia que presentó el exconsejero Alejandro Fargosi.

Fargosi, que estuvo en el Consejo representando a los profesionales del Derecho, denunció ante la Corte que Martín Doñate, el senador kirchnerista que eligió Cristina para ocupar el lugar le afanó a JxC no está en condiciones de jurar como miembro del Consejo porque no tiene ocho años de antigüedad en el ejercicio de la abogacía que exige el reglamento. 

¿Qué locura, no? Pero eso no es todo: ahora los K redoblan su ataque contra la Corte, porque no le perdonan que haya tomado las riendas del Consejo de la Magistratura, y proponen ampliarla. Como si estuviéramos para tirar manteca al techo y seguir inventando cargos; cargos que ya no son vitalicios, pero que hasta los 75 años hay que bancar con sueldos que rondan los $800 mil. Más los del Consejo, etc.

Para el oficialismo –especialmente el kirchnerismo–, todo es ampliar, repartir cargos, para sumar los apoyos necesarios que le permitan salirse con la suya.

La discusión sobre la ampliación de la Corte va empezar el próximo miércoles, cuando se empiece a tratar un proyecto presentado por el senador nacional por San Luis y expresidente –por siete días– Adolfo Rodríguez Saá. 

Esa iniciativa propone elevar a nueve el número de miembros de la Corte Suprema, que actualmente tiene cinco jueces, aunque por el momento funciona con cuatro, tras la salida de Elena Highton de Nolasco.

Según el proyecto, el argumento de la ampliación es “reflejar en su integración las diversidades de género, especialidad y procedencia regional en el marco del ideal de representación de un país federal”.

El "curro" del federalismo es también un argumento del que se agarra la clase política para aumentar la cantidad cargos, juzgados y demás. Pero la realidad es que esto es una disputa de poder que, como nos dijo hace ya tres semanas el consejero Diego Marías, poco tiene que ver con la Justicia que resuelve los problemas de los ciudadanos de a pie.

La propuesta de Rodríguez Saá estipula que no puede haber más de cinco jueces del mismo sexo, a fin de garantizar la diversidad de género en el alto tribunal. Cómo le gusta el quilombo a la Jefa, ¿no?

Más allá de que lo hace para cumplir con el plan de impunidad que trazó cuando decidió ungir a Alberto Fernández, me parece también que es la única vía de escape que el oficialismo encuentra para correr el eje de lo importante. De lo importante para nosotros, la gente común. Los que laburamos, nos levantamos temprano a la mañana, pagamos nuestros impuestos, y tratamos de sobrevivir en este quilombo.

¿Por qué?, porque ¿qué pasaría si tuvieran que salir a explicar que hace quince días el INDEC dijo que con $130 mil una familia era rica y ayer, que para no ser pobre, se necesitan $90 mil? ¡Es demencial!

La semana pasada, Emilio Pérsico dijo en este programa que todo estaba acomodándose para bien; que los trabajadores textiles ahora se iban con $100 mil a la casa. ¡Cien mil pesos, son casi ricos! En la maquina de coser. O sea, en uno de los rubros donde más se explota al trabajador. Pero bueno, así estamos: $130 mil para ser ricos, $90 mil para no ser pobre. En esa brecha de $40 mil vaya a saber uno qué carajo hay.

Mientras tanto, el presidente juega a ser macho del off –como de costumbre– y filtra su desacuerdo con la jugada de Cristina Kirchner, mientras sigue hundiéndose en su mar de contradicciones. Les doy un ejemplo muy chiquito: hace dos días, en José C. Paz, uno de los distritos más pobres de la provincia de Buenos Aires, participó de un plenario del Partido Justicialista junto a Mario Ishii, el intendente local, que, a diferencia de los vecinos de su distrito, no tiene nada de pobre, y arengó a la tropa diciendo: “¡Un carajo estamos perdidos!”. Sin embargo, al día siguiente, cuando el jefe de Gabinete, Juan Manzur, fue abordado por la prensa para hablar sobre 2023, el tucumano evitó profundizar porque “la instrucción del Presidente es no hablar de política” sino de gestión. Damas y caballeros, sí: el Frente de Todos los Locos goza de buena salud.

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