El PRO se repliega y apura un acuerdo con los libertarios en Provincia

La paliza que sufrió el PRO en la Ciudad de Buenos Aires reconfiguró el mapa de poder dentro de la centroderecha. Con Manuel Adorni consagrado como vencedor y Javier Milei eufórico, los libertarios buscan trasladar su hegemonía a la provincia de Buenos Aires. Y el PRO, sin margen para eludir la crisis, ya mueve sus fichas para sellar un acuerdo.

“El acuerdo está avanzando independientemente de Macri”, dijo Milei este lunes, descartando al expresidente de las negociaciones y dejando en manos de Karina Milei y Eduardo “Lule” Menem la conducción del proceso. En paralelo, los libertarios bonaerenses liderados por Sebastián Pareja activaron conversaciones con Cristian Ritondo y Diego Santilli.

Ambos dirigentes del PRO reconocen que la derrota en CABA obliga a reagruparse. Ritondo apuesta a un frente electoral formal. Santilli sugiere una adhesión sin condiciones, similar a la que Macri selló con Massa en 2013. Ninguno evalúa pasarse de bando, pero todos entienden que el protagonismo ahora es libertario.

Las negociaciones tienen dos niveles: el provincial (diputados, senadores, concejales y consejeros escolares, elección prevista para el 7 de septiembre) y el nacional (diputados y senadores nacionales, el 6 de octubre). En ambos casos, La Libertad Avanza exige el control de las listas y ofrece algunos lugares al PRO como gesto de apertura. También buscan sumar intendentes radicales del interior bonaerense.

La victoria en CABA consolidó a Karina Milei como la arquitecta de la estrategia y profundizó la interna libertaria con Las Fuerzas del Cielo, el espacio de Santiago Caputo. El armado de listas será el campo de disputa clave en las próximas semanas.

“La derrota en Capital terminó de volcar la balanza. No hay margen para ir separados, pero las condiciones las pone LLA”, admitió un intendente amarillo. El propio Macri, de viaje tras el resultado adverso, ya delegó el tema en Ritondo.

La construcción de un frente antikirchnerista en provincia avanza. Pero con una diferencia central: el liderazgo político y simbólico ya cambió de manos.